Conclusiones de nuestros festivales del verano

Nos despedimos de la temporada estival y de nuestro paso por nueve festivales nacionales

Si bien es cierto que, aunque muchos profesionales lo desmienten, es probable que estemos ante una gran burbuja, como aquella de la inmobiliaria, que explote a lo largo de esta próxima década en el sector cultural, y más concretamente en la industria musical con respecto a los festivales, también hemos podido observar la audacia y capacidad de adaptación de muchos de ellos para su propia supervivencia. Mientras festivales míticos como Doctor Music fracasan en la tentativa de su propia resurrección, Arenal Sound compra el FIB de Benicàssim o nuevas propuestas como el Barna Flama Urban Fest o el Weekend City Madrid mueren antes de su nacimiento, otros como ChooRock celebran más de dos décadas de directos o Sonorama Ribera, por citar, supera los 100K de asistentes en un sólo día.

Es curioso leer las justificaciones de la mayoría de cancelaciones: faltas o denegación de permisos, presupuestos que no alcanzan los objetivos o poca implicación en los patrocinios, o en cómputo general, tirar piedras a otros tejados. ¿Dónde está el planteamiento previo a la organización de un festival? Muchos hablan de la gran oferta, superada por la demanda, y culpan a esta situación, pero pensamos que eso es realmente una idea muy superficial. ¿Por qué? Aquí os lo contamos. Porque si bien Netflix evolucionó para superar la caída mundial de los videoclubes, la música en directo también puede transformarse más allá de estos factores.

Después de despedir un verano en el que presenciamos nueve festivales de distintos estilos, capacidades y objetivos, hemos mirado atrás para repasar cada experiencia y convertirnos no sólo en cronistas, sino también en analistas, acudiendo a la memoria para rescatar nuestras propias conclusiones. Nuestra temporada comenzó con Download Festival, que parecía haber generado muchas expectativas, pero no las suficientes como para alcanzar el sold out. ¿A qué se puede deber?… sí, quienes conocen bien todo este escenario, tienen claro que Resurrection Fest supone un gran competidor para esta marca comprada por Live Nation.

Pese a la previsión de 35K diarias, Download Festival alcanzó los dos primeros días menos de la mitad de su aforo, siendo clave la jornada de Tool (que, efectivamente, no pasaría por Resurrection Fest). Quizás este festival, pese a la gran calidad del cartel, no les sea suficientemente rentable, a pesar de la insistencia de Live Nation, quien debería comprender que no todo se consigue «comprando» artistas de calidad. Hay más artistas de gira por Europa aunque este año se pueda justificar que los «tour» del metal hayan estado algo flojos, sabemos que programar un festival no es fácil, sabemos el «tetris» que debe hacerse y la información que se ha de recabar para lograr que «esa fecha» sea la del paso de ciertas bandas por nuestro país. Pero, ¿en serio, Slipknot por duplicado y pretensión de originalidad? Negociación fracasada.

La adquisición de un buen cartel ya no es suficiente,

y a pesar de que esta compañía es indiscutiblemente una gran potencia, parece que su expertise está más enfocado en conciertos de gran formato (como el de Muse en Wanda Metropolitano) que en eventos de esta índole. ¿Por qué el público prefiere viajar hasta Galicia?

Resurrection Fest ofrece más días de conciertos, por lo tanto, más artistas (incluyendo la warm up) que disfrutar, más variedad entre lo nacional y lo internacional y finalmente, más rentabilidad para los fans del metal. Pero, independientemente de las bandas, hay un factor que ya sea por normativa del ayuntamiento o comunidad, por el propio espacio o por los promotores, debemos contemplar: el acceso a zona de acampada. Mientras que el bolsillo de cualquier usuario fuera de Madrid se ve afectado por los altos precios de la capital en la temporada de verano en lo que respecta a conseguir un techo (ya sea hotel, hostal o apartamento), el de quien se acerque a Galicia puede conservar su cartera a la hora de reservar un alojamiento o plantar su tienda de campaña.

Como añadido, el enfoque del marketing a doble vía del festival gallego lo posiciona como un evento con doble tentativa, algo que Download Festival no ha sabido aprovechar (y que ocurre del mismo modo con MadCool Festival, también de Live Nation). Por no seguir hablando del Resurrection Fest, esta estrategia es la que los promotores de Bring The Noise también ha llevado con éxito a Tsunami Xixón, que aunque en formato mediano, también tiene características parecidas a las citadas anteriormente, como el cartel, la zona de acampada y el precio de los alojamientos. Y, por ir al grano, de lo que aquí estamos hablando es de esa visión más allá del propio festival.

Mirar desde arriba y preguntarse… ¿qué quiere nuestro público?

Una experiencia increíble, os diréis. Y por supuesto, esta se consigue analizando todo el entorno y aprovechando también esos momentos en los que los fans no están en el recinto (que por cierto, ofrece un trato inmejorable: personal informado, baños correctos y con papel, buena gestión de las esperas en barras y canjeo de tokens y ágil organización en el pico de recogida de abonos y apertura del festival).

La importancia de la cultura local está infravalorada. Como ya hablamos en otra entrada de la web, Resurrection Fest bajo el patrocinio de Estrella Galicia, lanzó los packs de Son Stellae, un incentivo (y producto más) con el que disfrutar del festival desde una perspectiva más relajada, centrado a su vez en el turismo local, algo diferente y de un nuevo atractivo. Tsunami Xixón ha introducido la sidra en su festival, y cuenta con un escenario fuera del recinto con el que acercarte a descubrir la ciudad. ¿Y por qué no sucede lo mismo en la capital?. Efectivamente, porque estos festivales son un mero producto. Poniendo foco ahora en MadCool, por ejemplo, vemos que, una vez hecha la larga caminata, llegas para enfrentarte a un «no-Coachella» y a una pura celebración del capitalismo. Siendo el cartel un gran atractivo, de nuevo insistimos, con artistas de gran calidad, sin embargo la experiencia no acaba de convencer, ya que da la sensación de estar vendiendo al usuario constantemente productos para facilitarle la experiencia dentro del festival, como por ejemplo el patrocinio con un banco del que sólo si eres cliente puedes utilizar los autobuses que te lleven a zonas más céntricas de Madrid, por mencionar algún punto. Aunque muchos de los puestos de patrocinadores son lucrativos, estos eventos no deben perder el foco en lo que realmente es: un festival de música. Y por lo tanto, no descontextualizarlo de tal manera que parezca que el presupuesto para su celebración haya sido recaudado por una empresa de cosméticos o una multinacional automovilística. Seamos coherentes.

Por alejarnos del metal y continuar hablando de bondades en un escenario como el del indie, pop y rock, nos es obligación mencionar Sonorama Ribera, todo un referente en el que de algún modo hemos visto su reflejo, en cuanto a organización y trato, en festivales de pequeños formatos como ChooRock, de estilo «viñarockero» o los indies Cooltural Fest y Mediterránea Festival, más cercanos al público del Sonorama. A pesar de que el cartel de los anteriores dos festivales fueran muy semejantes, sin embargo el entorno de playa también suponía un atractivo extra para quienes quisieran disfrutar de ambos festivales, que han sabido aprovechar muy bien el cambio entre dos escenarios principales, donde los conciertos se suceden uno tras otro sin esperas ni caminatas de larga distancia entre la multitud. Plus, el Cooltural Fest de Almería, ofrece también, como Sonorama, escenarios de acceso gratuito por toda la ciudad, que junto con un abono asequible hacen del festival un evento rentable para organización y fans, pese a la complejidad logística.

Aunque es algo que sólo podemos citar como extra del Sonorama Ribera, «de puertas para dentro», el trato a artistas en los festivales también hacen que éstos incluso deseen repetir, aún no formando parte del cartel en futuras ediciones. Esto es lo que sucede en Sonorama, y lo que sin siquiera quererlo, hacen de él un producto con un añadido extra: porque si el artista quiere ir, también querrá su público y no hay mayor referente que ellos mismos, que pasan a conformar, de algún modo, producto del propio festival. Un evento que tiene todos los puntos clave positivos que hemos mencionado anteriormente, pese a algunos fallos como la recogida de pulseras de camping que hizo dar la vuelta a muchos de los festivaleros que se dirigían a acampar, en un camping donde, por cierto, también hay un escenario. Y en un festival donde la presencia de marca existe, pero visitando las propias bodegas de la comarca, siendo esto un marketing natural, no forzado, y algo muy positivo también para una localidad en la que la hostelería puede sacar provecho durante los días de festival.

Aunque podría profundizarse aún más, así pueden resumirse en rasgos generales las características y puntos clave de éxito en los que inciden todos los festivales: cartel de calidad, potenciamiento del turismo local, alojamiento rentable, trato cercano y resolución activa de incidencias, marketing y presencia de marca no agresivas, alternativas al festival facilitadas por la propia organización y finalmente profesionales informados y altos cargos con solera para una correcta gestión interna.

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